No soy mi ansiedad me recuerdo a menudo. Porque no, no lo soy. Lo que sí soy es una mujer valiente que casi todos los días siente miedo y aún así, se da una palmada y sigue adelante”

R, una seguidora de Contarse nos comentaba que escribe desde muy pequeña, pero que recién el año pasado se atrevió publicar algunos de sus relatos. En esta oportunidad, compartimos el relato que nos envió en el cual busca compartir su vivencia sobre su trastorno de ansiedad.

Desde muy pequeña experimento ansiedad, tengo algunas imágenes y situaciones muy frescas en mi memoria. Era tal la intensidad de los síntomas que hasta hoy me entristece no haber podido expresarlos y que solo me abrazaran.
En los años 90 poco se sabía y se hablaba de estos trastornos. Me he sentido un bicho raro al menos desde que tengo siete años. No entendía cómo una nena podía experimentar sensaciones y miedos tan crudos y desde aquel entonces me aterraban pero supongo que la inocencia de ser cría y las ganas de jugar hacían que pase rápidamente a otra actividad.
Mis primeros síntomas fueron viajando en auto. Estaba con mi papá y mis hermanos. No sé bien a dónde íbamos pero sí recuerdo la angustia. Estábamos en una autopista y había un embotellamiento. Para mí saberme adentro de un auto, con muchos otros autos alrededor que no se movían era algo así como apocalíptico. Quería gritar y decir que me ahogaba. Que me faltaba el aire y que tenia mucho miedo, pero sospecho que no hice nada de eso. Seguramente me puse verborrágica e inquieta como lo hago cada vez que siento miedo y ansiedad.
Hoy, con 35 años. tengo muchas sesiones de terapia en mi currículum. Aún siento ansiedad, vergüenza, miedo y claustrofobia. He tenido períodos muy buenos donde la ansiedad es esa que te alerta pero no te ahoga y he padecido también la que te imposibilita hacer el acto cotidiano más simple. “No soy mi ansiedad” me recuerdo a menudo, porque no, no lo soy. Lo que sí soy es una mujer valiente que casi todos los días siente miedo y aún así, se da una palmada y sigue adelante. A veces me cuesta mucho. Hay días en que los pensamientos son tantos y tan absurdos que quizás si hiciera un stand up ganaría un premio al mejor show.
Miedo al miedo. Eso es lo que siento gran parte del día. Muchas veces pude parar la pelota, hacer jueguitos y clavarla al ángulo. Otras, sin embargo, cada esfuerzo es en vano.
Hay algo que voy aprendiendo en el camino y es que cuanto más nos resistimos a los síntomas, cuanto más esquivos nos volvemos, ellos aparecen con todas sus fuerzas y te arrollan, asique me propongo una tregua y cuando la ola venga alta, la mejor opción será surfearla.
Sé que hay muchísimas personas como yo que día a día se dan una palmada y siguen adelante. También sé que aunque hoy se aborden y visibilicen estos trastornos, los factores que los generan son cada vez más y nos bombardean constantemente.
Mi forma de elaborar y trabajar estas cuestiones sólo es posible en un espacio terapéutico. La omnipotencia en mí ha caducado.
Hoy elijo aceptar que soy vulnerable y que lo que me salva son las redes de sostén que voy tejiendo. Lentamente, claro. Nunca fui buena con las agujas ni muy habilidosa en lo manual.

R.

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