“Si bien es cierto que uno lo hace por amor, esa atención desmedida no deja a un hijo decidir, no lo deja actuar, no lo deja ser”

La siguiente nota es el testimonio de una mamá de la provincia de La Pampa, en la que nos cuenta cómo vivió el primer brote psicótico de su hijo menor y su posterior rehabilitación.

01. ¿Cuándo y cómo te diste cuenta que algo con tu hijo no andaba bien?

La niñez de R. mas o menos normal, era un poco tímido pero nada más; por lo que me di cuenta de que algo no andaba bien al comienzo de la adolescencia.
El primer indicio fue que no se vinculaba con los demás y se la pasaba encerrado en su habitación, pero todos me decían que era parte de la edad. Un tiempo después, lo empecé a notar distinto, como distraido y paranoico, lloraba todo el tiempo y después me enteré que en esa época fue que empezó a lastimarse a escondidas. Recuerdo que sentí mucha incertidumbre y sobre todo, temor. No sabía qué hacer ni cómo hacerlo.
Lo llevé al hospital de mi ciudad, pero me dijeron que como no había servicio de salud mental, no podían ayudarme.
Fue ahí que junto a mi familia tomamos la decisión de viajar a consultar a un hospital de Capital Federal. En principio, allí le diagnosticaron una “crisis de angustia”, pero seguían diciendo que había “otras cosas a investigar”; llevó tiempo arribar a un diagnóstico más o menos preciso.

02. La información brindada por los profesionales, ¿fue entendida? ¿recibiste acompañamiento?

El equipo del hospital fue excelente, pero sí hubo mucho que hacer por mi cuenta, trate de ponerme lo más a la par posible de la terminología específica que usaban, estudiando para entender lo que me decían.
Su progreso, por suerte fue mejor a lo que se esperaba, comparado con los pronósticos que me daban, aunque como mamá una siempre quiere más. Cuando digo mejor de lo que se esperaba, me refiero a los pronósticos que escuchaba de algunos profesionales, que quizás me los largaron muy bruscamente, por ejemplo, algunos me dijeron que con ese diagnóstico de base no iba a poder concretar sus proyectos personales.
A veces hay poco tacto de los profesionales. Si bien no se puede generalizar, algunos tendrían que tener en cuenta que están hablando con una madre con sentimientos muy fuertes, preocupada, ocupada, compenetrada. A veces falta la parte del sentir humano.
Los médicos en sí, quizás hacen eso para no dar falsas esperanzas. Pero muchas veces podrían ser un poco más cautos. Sobre todo, en momentos en que ni ellos mismos sabían qué tenía mi hijo, nadie se ponía de acuerdo para decirme de qué se trataba.

03. ¿Tuviste apoyo psicológico?

Apoyo psicológico para mí…no tuve. Sólo lo tuvo mi hijo. Alguna que otra vez la psicóloga me dejó participar de alguna entrevista que giraba siempre en relación a mi hijo, a cómo poder ayudarlo.
En esa oportunidad, vivimos un proceso de internación y recuperación de mi hijo. En el hospital conocí a otras familias que estaban igual o más desorientadas que yo. Por lo que vivimos, creo que las posibilidades de acompañamiento en el tratamiento por parte de la familia hace una diferencia importante. Pero nada de eso fue gratuito, cuando todo ese proceso terminó y mi hijo fue dado de alta, finalmente volví a mi casa sintiendo que nos habíamos llevado no sólo nuestra propia historia de lo vivido, sino también las historias de muchas otras mamás y sus hijos.

04. ¿Crees que te hubiera servido tener ese apoyo psicológico para vos?

Totalmente. Aunque te parezca mentira, yo en todo el proceso nunca me puse a pensar conscientemente en cómo me sentía yo. Sí recuerdo que tuve brotes en el cuerpo y sufrí también de ataques de pánico. Pasaba sobre todo cuando las situaciones me sobrepasaban más de lo habitual. Primero pensaba que era alergia, y un día me vio la psicóloga de mi hijo y me dijo “¿qué tenés ahí en el cuello?” Eran marcas como de una soga alrededor del cuello.
Yo le dije que no sabía que era, pero charlando con ella lo empecé a asociar con algunas cuestiones. Lo emocional repercute en el cuerpo y se lleva de por vida.
Pero también hubo momentos menos ruidosos en los que de todas formas sentí muchísima angustia, como un peso en la espalda.. Durante mucho tiempo las cosas dejaron de entusiasmarme y perdí la alegría cotidiana. Sumado a la culpa sobre ¿Que habré hecho mal? Me sentí muy sola. Ahora que lo pienso, creo que un tratamiento psicológico, y el sentirme escuchada, me hubiese alivianado esa carga.

05. ¿Cómo fue tu acompañamiento de madre en las distintas etapas de tu hijo?

Además del recorrido hospitalario, empezó a pasar el tiempo y, llegado el momento, el ámbito escolar no fue para nada acogedor. Todo el tiempo me pedían un diagnóstico específico que yo no tenía y muchas veces sentí que estaba al límite de lo que sería la discriminación; lo querían poner en una “escuela especial” sin siquiera evaluarlo, sin tener en cuenta que más allá de sus problemas psiquiátricos, no tenía ningún tipo de déficit cognitivo. A veces la escuela no está preparada para recibir niños o adolescentes que se salen de la norma de lo que esperan y reaccionaron pretendiendo desligarse, poniéndole un “techo”, cognitivamente hablando, que nada tenía que ver con la realidad de mi hijo. Este tipo de situaciones las hemos vivido en distintas ocasiones y contextos, a lo largo de mucho tiempo. Y eso siempre me hizo querer protegerlo y defenderlo.

06. ¿Pensás que la afección de tu hijo condicionó el vínculo entre ustedes de alguna manera?

Pensándolo hoy, después de mucho tiempo (mi hijo ya es un hombre), quizás ha sido demasiada presencia por mi parte. Si bien es difícil poner un parámetro de lo que es mucho, lo que es poco, lo que es justo. Sí te puedo decir que a uno se le mezclan emociones, sensaciones, sugerencias. Pero vos tenés que actuar en el momento. Y en ese actuar en el momento siempre se me han mezclado temores que me llevan a querer hacer un poco más, y considero que eso puede haber perjudicado a mi hijo porque he estado demasiado presente y eso debe generar una asfixia (¡a mí no me gustaría que hagan eso conmigo!) Y si bien es cierto que uno lo hace por amor, ese amor desmedido y esa atención desmedida no lo deja decidir, no lo deja actuar, no lo deja ser. Como madre tendría que tratar poder lograr eso.

07. ¿Qué le dirías a una madre/padre que atraviesa una situación similar?

Eso. Ver si puede hacer un click y darse cuenta de que más allá de los temores, tiene que dejar a su hijo ser, decidir. Ocuparse sí, pero no esa preocupación obsesiva que no lleva a ningún lado.
Y también le diría que busque ayuda psicológica, no solo para su hijo, sino también para ella/él. Porque estas situaciones te enferman, te estigmatizan, y en ese momento pareciera que no podés pensar en vos, pensás solamente en tu hijo, sin darte cuenta que eso repercute y que cuanto mejor esté uno, mejor puede estar el hijo.
A lo mejor si yo me hubiese abierto a pensar un poco en qué me pasaba a mí, y poder arreglar mis bollos propios, lo hubiese podido ayudar mejor aún de lo que lo ayudé. Qué no quiero ni pensarlo porque si no otra vez me vuelve a generar más culpa a esta altura del partido.
Así que consejos generalizados no puedo dar a nadie, porque son modos de vivirlo muy personales, muy de uno, que te corren por la piel en todo momento, marcan tu vida. Pero sí les sugiero que busquen apoyarse en otros y pensar en ellos mismos. Yo no pensé en mi, porque en ese sentí que era egoísta hacerlo. Lo viví a las apuradas, como pude. Y ahora pienso cuántas cosas habrán quedado enredadas y encajadas dentro mío. Con una ayuda profesional hubiese obtenido mayor sabiduría para sobrellevar las distintas circunstancias.

Si querés participar de “Contarse en un relato” escribinos a info@contarse.org

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *